Cuando mi hijo supo lo de los reyes magos de Oriente, estaba ensayando con mi grupo “Acomodadores Violentos”. Era en un descanso, con un “Aquarius” en mano y comentando los últimos cambios de no recuerdo qué canción del “rock cavernario” que tanto nos gusta tocar. Sonó el móvil y un escueto pero alarmante whatsapp de Vanessa, me daba una buena bofetada en la mejilla, tambaleando mi mundo “Christmas everywhere” y de paso, mi nariz de Fraggle congelada.
“Martí ya sabe lo de los reyes…desde hace 2 años”.
Al igual que el primer beso, la primera rabieta de tu hijo, el primer autógrafo de tu estrella del rock favorita o la primera visita al urólogo, fue un momento que se me quedará grabado en la retina para siempre. Y es que, para alguien que su época predilecta del año es la Navidad, su día favorito es el día de reyes y una de sus películas favoritas es “Polar Express”, ya os podéis imaginar el percal…
Yo, que llevaba años preparándome para ello, convenciéndome que el día que viniera mi hijo con la pregunta lo mejor era contarle todo, sin excusas, sin alargar “la mentira”, sinceridad ante todo.
Yo, que había visualizado un sinfín de veces el momento en el que de niño, supe LA VERDAD en mayúsculas, cuando mi amigo Oriol Pardos (arderás en el infierno Oriol…aix, perdón) me lo dijo al oído en la salida del cole, desvelándome de esa manera el mayor secreto del mundo mundial, junto a la fórmula de la “Coca Cola”, el asesino de JFK o la existencia de los Illuminati.
Yo, que pensaba a menudo como reaccionaría mi hijo al saber que esto de los reyes y Papá Noel mola mucho, pero que detrás de todo ello hay un sinfín de adultos agobiados que más bien parecen concursantes de una loca prueba del concurso de turno en «prime time» de tv.
Yo, que juraba y me perjuraba que no le pondría una cruz al niño o niña en cuestión que le chivara a mi hijo tal secreto como hizo conmigo el maldito…perdón, mi amigo Oriol Pardos.
Yo, yo, yo…bueno, pues eso, que mi hijo ya sabía lo de los reyes magos de Oriente.
Y la verdad, no le originó ningún trauma saber la verdad, más bien el trauma me vino a mi. Y ojo, no estoy hablando de temer a una hipotética pérdida de la ilusión por parte de él o incluso mía…para nada. No me cabe la menor duda que viviremos la navidad más intensamente si cabe, al igual que otros niños que hace tiempo que lo saben porque lo descubrieron, se lo dijeron sus padres desde el minuto 0 o se lo chivó el Oriol Pardos de turno. Más bien me refiero al fin de una etapa, a las miradas cómplices de reojo entre padre e hijo el día cabalgata, el hacerle partícipe en el baile de regalos escondidos, en que guarde el secreto al igual que un montón de generaciones de familias de todo el mundo.
Habrá momentos, comentarios o situaciones en las que ya no habrá que esconder, disimular o hacerse el sueco y quizás eso, es lo que más me desconcierte.
Cuando mi hijo supo lo de los reyes magos de Oriente no os lo voy a negar, estuve unos días algo triste. Sin embargo, cada vez que se acerca más la Navidad, más ganas tengo de vivirla con esta nueva situación. Porque al fin y al cabo, la navidad es ilusión, compartir momentos, sonrisas y vivencias. Porque al fin y al cabo la vida trata de eso: De disfrutar de las etapas, vivirlas intensamente, escuchar el cascabel y vengarme como rollo “Carrie” en la escena final con Oriol Pardos de una vez por todas.
Vale, esto último se me ha colado, pero quedaba guay.
Feliz Navidad a todos y todas y por supuesto: Feliz Navidad Oriol Pardos!
A mi me lo dijeron mis padres cuando tuve 9 años. Tuve diferentes orioles pardos en mi vida, pero cuando lo explicaba a mis padres ellos me decían, en tono de secreto compasivo, que había niños que, como no habían sido buenos y los Reyes no les traerían nada, sus padres les compraban los regalos y, claro, tenían que esconderlos hasta la noche de autos.
Y todo encajaba porque, claro, qué niño iría por la vida husmeando en los armarios de sus padres? Qué niño contaría esas mentiras de los pobres Reyes Magos?
Yo entiendo a mis padres: no enterraban vivos a mis compañeros de clase por haberme intentado robar la ilusión, pero se vengaban de ellos haciéndonos saber que, en realidad, eran niños malos.
Eso sí: nunca he ido a las cenas de exalumnos. Para qué? Para que me vengan con el chisme de que… quita, quita!