Mi hijo no me cuenta cosas de su maravillosa vida.
A ver, tampoco voy a exagerar. Me cuenta sus sueños, sus vivencias, sus anécdotas del día a día. Sin embargo, cuando se trata de expresar sus sentimientos, sus estados de ánimo o sus conflictos, pues la cosa se complica. Y entonces un día te enteras por otras personas que tu hijo está triste por esto o por lo otro y te sientes una puta mierda.
Una puta mierda porque no te has dado cuenta que estaba triste, porque no te lo ha contado, porque no ha confiado en ti. Porque si no te lo hubieran dicho, es muy probable que nunca lo hubieras sabido. Tantos dolores de cabeza sin razón, tantos “hazme caso” innecesarios, tantas canas gratuitas…cuando lo realmente importante es que tu hijo sea feliz y confíe en ti.
Y lejos de enfadarte con él, te enfadas contigo mismo. Lejos de agobiarte a límites demenciales, piensas en frío, y lejos de fustigarte hasta la saciedad piensas en hacerlo mejor…bueno, y de paso escribes este post. Porque de eso se trata: De hacerlo mejor, de aprender cada día, de querer incondicionalmente a tu hijo y que confíe en ti.
Y una noche miras a tu hijo y le dices que tu pareja y tú estáis para apoyarle, para escucharle y para quererle. Y él os mira con esos ojos preciosos achinados y os sonríe para, posteriormente daros un abrazo. Entonces tienes la certeza que quizás mañana o pasado no, pero en ese preciso instante, en ese preciso momento y esto os lo aseguro: Tu hijo confía en ti.
Bien.
Confianza es la palabra clave. El Bracadabra de la crianza. El Santo Grial de la m/paternidad.
La prueba de fuego de nuestro trabajo como p/madres. Lo estas haciendo bien compañero