Pues ni nos hemos enterado y el verano ya ha llegado a su fin. Un verano donde mis hijos han coleccionando vivencias que es muy probable que me recuerden durante todo el año con sonrisa de oreja a oreja y mirada luminosa rollo “manga”. Yo también he coleccionado vivencias…muchas. Muy intensas, muy bonitas y también he coleccionado muchas canas, para que engañarnos,
Entonces me paro un segundo a observarles mientras paso de las obligaciones del día a día, de las distracciones del día a día, del recorrido de «stories» del día a día, para darme cuenta lo grandes que son, lo rápido que pasa el tiempo y el poco margen de mejora que tengo. Y es que el tiempo no me da tregua para ser mejor padre, más bien todo lo contrario, se escabulle ante mis ojos con risa burlona mientras me recuerda que mis hijos han crecido muy rápido (quizás demasiado). Porque primero fue el «Mic», el «Pocoyo» y otros grandes imprescindibles que pasaron a grandes olvidados en sus pequeñas grandes vidas. Porque luego les cambiará la voz, saldrán con los amigos y ya no recordarán que el mejor amigo de Nobita es Doraemon. Todo ello mientras un servidor se pasará las horas mirando el reloj y preguntándose cómo es que las agujas del reloj van ahora tan lentas cuando antes iban tan rápidas…
De ahí la importancia de atrapar al tiempo y no dejarlo escapar. Solo espero que no sea demasiado tarde. Demasiado tarde para vivir más y mejores momentos con ellos, para escucharles, abrazarlos y contarles cuentos hasta la saciedad.
Demasiado tarde para hacerlo mejor…quizás, qué se yo.
Así que como el tiempo no me espera y menos a mí, voy a agarrarlo para siempre. Y como diría un amigo mío “que le den pomada”. Y así vivir todos los momentos con mis hijos intensamente hasta el infinito y más allá…
Se lo merecen.
«Time flies», que decía la canción, tío… Así que ya sabes… Parafraseando a un tipo entrañable que conozco, padre de dos y poseedor de, según él, una nariz de Fraggle Rock, te diría…: -«Agárralo como si no hubiera un mañana»-.