Lo reconozco, en ocasiones me miro el ombligo.
He tenido etapas en las que me lo he mirado mucho…demasiado. Bajaba la mirada y allí estaba reluciente más no poder y entonces, creyendo que aquel acto de desmesurado egocentrismo era lo normal, fantaseaba con la idea de que un busto mío presidiera la plaza del pueblo, creyéndome un superhéroe de la crianza o algo así.
Y es que, cuando te encuentras al “efecto picha”* a la vuelta de la esquina en forma de “que bien lo haces”, “eres el puto amo como padre” o “queremos un hijo tuyo” (bueno, ahí me he pasado), es fácil caer en la tentación de mirarse el ombligo y ya de paso, decirle al mundo entero que eres un padre corresponsable, que educas en el feminismo, que eres molón y que además lo visibilizas en un blog y bla bla bla, bla bla bla…
Pero entonces llega un día en el que te das cuenta de que tu nivel de cretinismo ha llegado a cotas realmente lamentables. Y es que lo que haces, tu pareja también lo hace y nadie la aplaude, nadie la vitorea y ni cabe decir que ella no se mira el ombligo. O sea, que en el caso de que existiera un superhéroe, en todo caso sería una superheroína y sí, sería tu pareja.
Eres padre, ejerces la paternidad y lo haces así o lo haces “asá” y eso está genial. Sin embargo, lo que creo que no está tan bien es obsesionarse con decirlo y de paso mirarse el ombligo. Es algo así como un “efecto picha” paternal. Un ahora ya no solo me aplauden las madres, ahora me aplaudo yo mismo y no veas como mola. Exacto, un “me molo” de campeonato.
Lo reconozco, en ocasiones me miro el ombligo demasiado. Porque una cosa es visibilizar, concienciar y otra lo que a veces hago, en vez de saber que día de la semana deben llevar el chándal mis hijos, que comen ese día en el comedor, cuando les toca vacunarse o ya puestos: Acabar de una vez por todas con esa maldita montaña de ropa por doblar.
Porque nunca es suficiente…nunca.
Somos padres porque un día así lo decidimos junto a nuestras parejas. Y criamos, educamos y lo damos todo por nuestros hijos porque nos sale de dentro. En el momento en que estamos más pendientes de gritarlo a los 4 vientos que en hacer lo que debemos hacer y nos gusta hacer…mal vamos.
* Expresión creada por Azucena Caballero de “La Pedagogía Blanca” que designa ese efecto en la sociedad de ternura, admiración y alabanzas al ver a un padre implicado en la crianza de su hij@.