Echo de menos la vida en pareja.
Que sí, que son etapas, que todo llega, que luego echaré de menos a mis hijos cuando esté meses sin verlos y hagan su vida y que si tuviera más “escapadas” con ella, a los 3 segundos estaríamos los dos como tontos hablando de los peques. Sí, de acuerdo os lo compro todo, pero de verdad: La echo de menos.
Y ya no se trata de los besos apasionados a todas horas, el tonteo, o aquellas épocas pretéritas en las que tu vida sexual era lo más parecida a la de Larry Flint (ahí me he pasado) o quizás un poco sí…bueno, más bien se trata de todo.
Mimos, caricias, cada mañana darle los “buenos días” al verla…con cosquillas en la barriga. Tener las conversaciones acabadas, llegadas a buen puerto y sin ser interrumpidas un millón de veces. Saber lo que es notar el calor de la noche, el pie con pie. Ir cogidos de la mano, ir al cine a ver cualquier mierda, da lo mismo, lo importante es ir al cine y que me acabe enfadando con ella al acabarse mis palomitas de maíz de colores. Eso si es un clásico y no “Casablanca”. Salir de fiesta con ella. A mí, que nunca me gustó salir de fiesta y que por algo me llamaban «Ceniciento», ahora vendería el alma al diablo para irme por ahí con ella, incluso a bailar reggaeteon…imaginaos.
Tener el sillón hundido de las noches estirados arreglando el mundo, soñando despiertos, soñando dormidos. Estar mirándonos durante horas, tener tiempo para cuidarnos, mimarnos. Tener en la cabeza otro tipo de palabras: Londres, Gintonics, viajes, comidas a todas horas. Y no colecho, Apiretal, suelos pélvicos, bronquitis o trillones de crianzas.
Que les den por saco a las bronquitis, de verdad.
¿Y las discusiones? Pues también las echo de menos. Pero las más banales, las tontas, las que con un poco de sentido común se las lleva a un final feliz. Esas en forma de tipos de panes del horno, sí, las “mierdas rusticas” mías y las “baguetes de mierda” suyas. O el reciclar “si” o “no” y sentenciando yo con aquello tan mítico mío de: “pero si luego lo juntan todo, hombre que nuestra casa no es el Buckingham palace para tener ochocientos cubos”. El pasarse ocho horas para escoger una película que ver en casa para no acabar viendo nada.
Esas discusiones tontunas y a años luz de las de la educación de los niños, facturas o el que “si yo lo hago así” o “tú lo haces asá”…
Es como si a veces, nuestra época de pareja hubiese sido demasiada corta, o quizás todo hubiese ido demasiado rápido. Como si nuestra época de “cosquillas en la barriga” hubiese quedado tapada por las bronquitis, los libros de Carlos González y los parques del demonio.
Esas cosquillas que cada mañana el verla le daban los “buenos días” y que ahora lo intentan pero claro, nos hemos dormido los 4 y llegamos tarde al colegio…
Sin tiempo para un abrazo eterno, de esos que se para el tiempo.
Adoro a mis hijos, adoro a mi pareja, adoro a mi familia y no cambiaría nada de lo que he vivido, no cambiaría ni una sola coma de este apasionante guión. «Tan solo» echo de menos esos días en los que las cosquillas de mi barriga le daban los “buenos días” a la sonrisa más bonita del mundo.
Benditas cosquillas.
Precioso…..y cómo te entiendo!!!!!
Qué bonito y que verdad tan grande. Como bien dices, no cambio nada de mi vida actual, pero sí que echo de menos todas esas cosas que nombras. Si es que la vida tiene sus etapas, y esta, no podemos negarlo, es menos de pareja en sí. Me ha tocado la fibra leerlo, precioso sin duda! Saludos Cuchufletos.
Qué grande eres cuando te «desnudas» así! Te hago la ola oye.
Yo echo de menos hacer la cuchara mientras dormimos!!! jejejeje. Me ha encantado!
MUAS!
Te entiendo perfectamente!! Y es normal que lo eches de menos. Supongo que nos pasa a todos. Personalmente pienso que la clave está en aprender a amarse de otra manera. Buscarle el punto a esas miradas furtivas, sacarle el jugo a esos tiempitos diminutos para dos, que vuestras manos se encuentren entre juguetes y pañales, empeñarse por sacar ratos de calidad…Aprender a quererse «a pesar de» vale la pena. Echarle mucho sentido del humor al asunto y paciencia! Un abrazo
Qué bonito!! Si es que tener hijos es una experiencia preciosa e inigualable, pero también es duro, y es una prueba de fuego para la pareja! Porque vuelcas toda tu energía en ellos y al final la vida de «novios» o «amantes» queda relegada a un segundo puesto. Y sí, se echa de menos, pero luego estamos un ratito sin ellos y los echamos de menos, y son el tema principal de nuestras conversaciones. Al final pasará tan rápido como pasó la época de las cosquillas, créeme, mi hija mayor tiene ya 14 años, y echo de menos muchas cosas que ya no volverán, como acompañarla a la cama.
y yo pregunto por qué? Qué ha cambiado realmente? Por qué no encontrar otras formas de amar, de ser cómplices, de buscarse uno al otro? compartir la cama como siempre o incluso mejor, con la experiencia que dan los años y la confianza?
Creo que puedo entenderte pero no me siento así. Llevo 21 años criando y otros 20 que me quedan porque el pequeño de mis hijos tiene solo 3 años. Siento que estoy aún más enamorada y que he descubierto ( y descubro a diario) en mi pareja, mil detalles que me gritan «te quiero» sin necesidad de cruzar palabra.
El año pasado nos casamos, 20 años después del primer «hola». Fue una celebración maravillosa en la que nuestros hijos participaron y cuya organización fue el gran proyecto de verano.
Creo que es posible recuperar esa chispa; no solo posible sino imprescindible.
Gracias por la sinceridad.
Creo que así nos sentimos más de uno y una,
…ay, que la peque le ha dado a enviar …
Eso, que creo que todos tenemos esa fase, y yo este año echo de menos nuestra escapada anual , esa que nos vamos de finde sin niños, vale, este año nos fuimos un finde, pero co #PirataBaby y eso, pues de parejil, tiene poco.
Y como dices, sales y aún así acabas hablando de los peques, por mucho que os lo prohibáis, pero bueno, yo sólo quiero salir a bailar un día y ya si puede ser ir de finde, sería la bomba. A ver si para el 15 que es mi cumple, me regalan algo de eso 😅.
Genial post, Carlos, eres muy grande