Me levanto de mi cama. Perdón, volvamos: Me levanto de la cama de mi hijo maldiciendo el colecho por enésima vez y con un extraño sueño erótico-festivo que no viene al caso contaros. Me voy directo al lavabo tropezándome con la muñeca de Elsa de la peli “Frozen” y que no se calla ni debajo de agua la colega (Donde está el botón “off”?). Me ducho con un jabón verde que parece haberse creado en algún laboratorio clandestino y me empieza a picar todo el cuerpo (malditas marcas blancas). Me seco el pelo, me encanta secarme el pelo y que esté todo bien seco, debe ser mi TOC. Me miro al espejo, nada nuevo: Barba de varios días, cana número 321.432 y mirada de: “Necesito antes un café que el oxígeno que respiro”.
Sin embargo, hay algo de mi rostro que me llama la atención y no, no son esas cejas de personaje de “Los teleñecos”. Ahí está, mirándome, con expresión extraña, de estar algo confuso o más bien de: “Buff, ¡alguien ha crecido!”. Y es que parece ser que alguien no le ha hecho caso al General Ackbar de “Star Wars” cuando dice aquello de: “Es una trampa”.
¡Mierda!
¿Dónde está el precioso traje verde con el gorro y la pluma? ¿Y la espada para luchar contra el capitán Garfio? ¿Y los polvos mágicos? ¿Era la segunda estrella a la derecha o a la izquierda? ¿»Nunca jamás» era el nombre de la isla, no? ¿Dónde demonios está Peter Pan?
Ese tío que hay delante de mí no es Peter Pan, es de todo menos el niño que nunca quiso crecer. Más bien es el otro Peter, el Peter Banning de la peli “Hook”, aquel adulto agobiado con sus preocupaciones, poca empatía con sus hijos y que se paseaba con su móvil de última generación por todas partes.
Campanilla ha hecho las maletas y está rodando tropecientas pelis para Disney, muy a su pesar, pero mejor eso que aguantarme imagino. Wendy, George y Michael también han crecido, pero estoy seguro que para nada les gusta en lo que me he convertido (Ahora ya sé porque no me responden los Whats app). De las sirenas no se sabe nada, los niños perdidos están perdidos como siempre, pero tristes como nunca, y parece ser que el capitán Garfio ha publicado desesperadamente un anuncio en las redes sociales: “Se busca enemigo que sepa volar y no quiera crecer”.
¿Quién ha matado a Peter Pan? ¿Ha sido Garfio? ¿El cocodrilo? ¿Los Indios? ¿Las prisas? ¿Este mundo loco? ¿Los piratas? ¿El entorno? ¿Las facturas? ¿Las preocupaciones?
Siempre echándole la culpa a los demás. En eso Banning es el mejor.
¿He sido yo? No jodas que he sido yo. Creo que eso no me lo perdonaría por nada del mundo.
Suspiro, reniego, me cago en todo y me miro las manos. No, no hay sangre, pero todo indica que he matado a quien más quiero.
Me visto y caliento mi amada cafetera italiana y mientras miro como sube el café, echo de menos como nunca viajar a “El país de nunca Jamás” con mis dos hijos, hacer el burro con ellos y sobre todo, no ser un adulto. No me gusta ser adulto…mejor dicho: No me gusta ser el adulto que soy.
Ser adulto y tener responsabilidades y preocupaciones, no significa estar exento de saltar de liana en liana, volar hasta el Big Ben las veces que haga falta y no querer crecer para nada.
Y eso, parece que se me ha olvidado.
Entonces mientras me tomo el café, observo que entre el cuento “Somiatruites” de Albert Pla/Liniers y la figura del arquero de los gorgonitas de la película “Pequeños Guerreros”, hay algo que brilla. Cojo la lupa y miro con atención. No, no es purpurina de las manualidades de mis hijos, son polvos mágicos, bueno, lo que queda de ellos.
Me los pongo en la espalda, me subo a la escalera y “pienso en algo encantador” mientras salto como hacía tiempo que no hacía.
Me meto un porrazo de esos que hacen historia.
Me miro al espejo. Sí, estoy hecho un cromo, de esos rollo “ochenteros” con hologramas y que brillan y todo. Paso de ir al CAP de urgencias, las colas de la 3ª edad a esta hora prometen. Sin embargo, hay algo en mi rostro que ha cambiado, aunque no sé muy bien el qué.
Creo que es la mirada. Sí, no es para tirar cohetes, pero es la mirada. Y entonces me digo a mi mismo que si Peter Banning consiguió volver a ser Peter Pan otra vez…yo no voy a ser menos.
Seguro que lo consigues.. al menos hay que buscar un ratito para volver a ser Peter Pan. A mi me pasa cuando juego con mis peques y empiezan a imaginar historias y no me entero de nada. Si estoy en modo Banning les digo ¿qué dices? con cara extrañada pero si estoy en modo Peter Pan… sí, claro, vamos a volar con la tostada para salvar a Chicaleta 😉 me mola más la segunda versión! 😉
Me ha encantado esta entrada. Creo que todos tenemos que buscar nuestro Peter Pan y sacarlo a pasear de vez en cuando. Volver a ser niños, y volver a comportarnos como tal, aunque no sea todo el día, un ratito ayuda a ver lo esencial de la vida.