En mi adaptación hay días tristes, hay días mejores…hay días de todo. Aprovecho más el tiempo, escribo más, no hay licencias en forma de “huevos kinder” y sobretodo, les echo mucho de menos.
En mi adaptación, siempre hay un silencio sepulcral. De esos que asustan, de esos que no molan nada. Entonces me hago una cafetera italiana y me pongo el gorro y el bañador a conjunto para bañarme literalmente en la taza de Madresfera. Juguetes ordenados, ni risas, ni lloros y ni mucho menos batalla campal entre hermanos. Me hago una ducha larga, de esas que luego la factura me lo recordará con risas del mismísimo infierno. Afeitado perfecto, demasiado perfecto y todo. Me visto mientras me pongo una banda sonora, suele ser el score de “El origen de los guardianes”, la primera película que vi con mi hijo Martí los dos solos en un cine.
Ya empiezo a echarles de menos.
Hago la lista de la compra y no se me olvida nada: Ni el caldo, ni el papel de cocina, ni la mantequilla, ni la propia lista. Bajo antes de que las paredes de casa me devoren sin piedad alguna, me arranquen mi apetitosa nariz, y luego tengamos que volver a pintar el comedor. Perdón: Luego tenga Vanessa que volver a pintar el comedor. (Nunca se me dio bien ni “Bricomania” ni “Art Atack”).
Me recorro el “super” sin que nadie me pida un chocolate, un huevo kinder o una bolsa de patatas. Me acerco a la caja sin ningún miedo al apartado de chuches mientras me sale una sonrisa burlona al ver las nubes y las regalices. La sonrisa en 3 segundos y dos decimas se convierte en nostalgia, pura nostalgia. Pago tranquilo, la compra directa a la bolsa y arreando. Me pregunto cómo será la adaptación de mis hijos a Primero y a P-3. ¿La mía? Lo tengo claro. Quedo con mi amigo Lluís y hacemos un café juntos. Hago el pase del “café con leche” al vaso con 2 cubitos del hielo simulando a Indiana Jones con el ídolo en el inicio de “En busca del arca perdida”, consciente que no tengo a nadie que mueva la mesa, que me pida un helado o que me coja el móvil para cazar “Pokemons”. Aún así, tiro el café fuera del vaso.
Es curioso, cuando estoy rodeado de niños casi nunca lo tiro fuera, sin embargo desde que ha empezado el cole, dejo perdido todas las mesas de las cafeterías del barrio.
Lluís está emocionando hablándome de cine de los 80 recordándome una escena de “Teen Wolf”, pero de repente dejo de escucharle. En el parque de al lado donde estamos sentados, ese parque que tanto odio y que tantas veces he ido con mis dos hijos y que todo sea dicho, tanto los he visualizado ahogándose en charcos de sangre, hay un padre jugando con un niño de unos 2 años. Sonríen, se ríen, se divierten. Entonces me da un bajón. Y me lleno de tristeza, de rabia, de envidia, de que se yo… Me entran ganas de llorar como todos esos niños en la puerta del cole que echan de menos a sus padres y sus madres, mientras recuerdo la cantidad de comentarios burlones que he tenido que aguantar sobre como YO llevo la adaptación.
Mi amigo Lluís sigue hablando de cine, ha pasado de los 80 a finales de los 90, ahora toca hablar de la escena del “desembarque de Normandía” en “Salvar al soldado Ryan”. Yo recuerdo la escena, pero recuerdo mucho más que no hace mucho, el tipo con el niño en el parque era yo.
Puta adaptación.
Me despido de Lluís y me voy a casa a hacer la comida. Nadie querrá ayudarme a hervir la pasta mientras yo me pongo histérico perdido en la cocina…nadie. Llego a casa y sigue el silencio tal y como lo había dejado. Entonces me pregunto muchas cosas mientras las paredes se me acercan sin ningún tipo de disimulo para devorarme definitivamente: ¿Es necesario que los niños estén tantas horas en el cole? ¿Son necesarias estas “adaptaciones” exprés? ¿Es necesario que veamos tan poco a nuestros hijos durante el día, la semana, el mes o el año? ¿Es necesario que esté todo así montado? ¿De verdad?
En mi adaptación hay días tristes, hay días mejores, hay días de todo. Aprovecho más el tiempo, escribo más, no hay licencias en forma de “huevos kinder” y sobretodo, les echo de menos.
Mucho de menos.
cuando mi hija mayor empezo al colegio, entendi que los colegios no son tan importantes. ..también aprendi que son como junglas que hay que explorar para los chavales… mis hijas (tienen 6 y 3) van felices al colegio..afortunadamente…
pero siempre me pregunto que haremos si llega un dia en el que no vayan felices; ..
me encanto el post
Me ha encantado la entrada, como todas.
Es duro. Es una etapa que queda atrás y que da paso a otras que, seguro, también tendrán su encanto. Hasta entonces, a adaptarse…