Mi casa es un auténtico museo de cachivaches. Sí, a parte de mi discografía entera de Queen, las tres cafeteras y los juguetes de plástico y ruidosos de mis hijos, ”gozamos” de una colección completa de cachivaches desde hace 6 años, listos para ser expuestos en la galería de arte más “cool”. Tenemos de todo, empezando por nuestra particular “pieza de coleccionista”: Una maceta gigante de plástico llamada Tummy tub que sirve para lo cólicos de los bebés. Los bañas ahí y ¡adiós cólicos! ¿Delirante, verdad? Pues así es la vida cuando eres padre: DELIRANTE. Algunas cosas aún las utilizamos y las otras el día que nos vayan a cortar la luz las pondremos en wallapop y ¡listos!
En nuestra preciada colección tenemos lo que posiblemente sea nuestra joya de la corona: El aspirador de mocos. Sí, un tubo de plástico con el que aspirar los mocos cuando nuestros hijos están constipados y que por cierto, si el tope cede, te comes los mocos…Exacto, un puto asco! También tenemos la entrañable baby cook, una cachivache de lujo y portátil “edición niños” para hervirles y triturarles la comida, y es que por entonces no teníamos ni idea de lo que era el Baby led weaning.
Otro cachivache mítico es la mantita de actividades, de muy utilidad cuando se te queman los macarrones o los testigos de Jehová pican a la puerta para que ames a Jesús. Sus diseños suelen ser horteras y llenos de colores, como si el que los hubiese diseñado, hubiese merendado algo de lo que cocina Heisenberg en “Breaking bad” al diseñarlos. Ahh! Y si os preguntáis si los peques han tenido parque, pues no, más que nada porque era tan grande el parque que hubiese ocupado media casa. Demasiado cachivache para nuestra humilde casa, y es que nuestro hogar no es precisamente el Buckinghame palace…
¿Y para llevar a los niños de aquí para allí? Pues por un lado tenemos nuestra colección de fulares y mochilas ergonómicas, y que al utilizarlos el mundo entero te mire como si llevaras al mismísimo “E.T” colgado, mientras te preguntan por enésima vez grandes clásicos como: “Va cómodo ahí el niño?”. “¿Pero no te duele la espalda?”, “¿Y no se ahoga el niño?”. Buff…que paciencia. Cabe decir que todo y que mi mujer es asesora de porteo, me cuesta horrores colocarme un fular.
Sí, el que es torpe, pues lo es….
Y por otro lado los carros: Primero tuvimos uno precioso, vamos, ¡de campeonato! Eso sí, teníamos que quitarle las ruedas para meterlo en el coche, nos ocupaba medio comedor y os aseguro que no envidiaba para nada al Batmovil. Luego pasamos a los de pasear, que son esos tan míticos que si les pones las bolsas de las compra colgadas y nuestro peque se levanta porque se le ha caído al suelo el Rubble de “La patrulla canina”, se cae el carro. Os suena la escena, ¿verdad? 😉 (Aquí van risas enlatadas en esta parte del post).
Mecedoras, “paneras de los tesoros”, mordedores para cuando les salen los dientes, pañales de tela “hippielonguis”, colgantes de ámbar para crear dinosaurios rollo “parque jurásico”, cámaras nocturnas que no se ve absolutamente nada y que de paso rezas para que no se te aparezca ningún ancestro tuyo a lo “Paranormal Activity” en la dichosa pantalla…de todo, tenemos de todo.
Algunos cachivaches de ellos son inútiles, otros muy prácticos, y todos ellos forman parte de una de las mejores colecciones de todos los tiempos y de paso todo sea dicho, hacen que no tengamos sitio ni para los Lacasitos.
En fin, es lo que tiene ser un nostálgico…bueno, o tener “El síndrome de Diógenes”, según se mire.
Jajajaja no te preocupes todos hemos pasado por lo mismo
Mi wallapop ha echado fuego y más que echaría si no fuera por el «y si…».