Me reúno con varios padres para cenar mientras vemos el fútbol. El bocadillo de chistorra es el mismo para los 4… ¡miento! creo que Lluís se ha tomado uno de salchichas y Sergio una hamburguesa completa. Todos tenemos hijos que van a P5, todos rozamos los 40 (alguno ya ha llegado, creo) las canas nos invaden a todos cual Gremlins, Critters o otros entrañables bichejos invadiendo al no menos entrañable pueblo americano de turno. De fondo el fútbol, pero eso es lo de menos, podrían dar la serie “V”, “Bola de dragón” o la peli “Con Air”, que creo que los 4 hablaríamos de cualquier cosa, mientras de reojo miraríamos la pantalla gigante.
Todos tenemos un millón de cosas en común, pero también un millón de cosas diferentes, entre ellas, los mapas del tesoro de cada uno. Todos ellos no necesitan mapa o almenos eso creo. Lo quemaron hace tiempo, lo guardaron junto a los dvd de las finales de París o Roma, en el armario de “Narnia”, entre los cómics de “Torpedo” o se los comió el perro.
Yo sigo erre que erre con mi mapa. A veces cambia, a veces destiñe, y muchas veces, demasiadas…no lo encuentro. Un día me pienso que está debajo de la cama, otro en la Moleskine de “Star Wars”, entre las bandas sonoras, con los dispensadores “pez” de los peques y cuando ya estoy desesperado por no encontrarlo, aparece. Suele estar en la mochila del portátil, debajo de la cama, entre los libros de crianza, o en el peor de los casos en la bolsa de los niños, mojado por la botella de agua de “Buzz Lighyear” que se han dejado abierta.
Mi mapa siempre es confuso, a veces va para un lado, a veces va para otro, como si por la noche mientras duermo, un diablillo cabrón cambiara los caminos, los atajos, los contratiempos y por supuesto la ansiada “X” que marca el tesoro.
Quizás por eso me gusta tanto pintar mapas con mis hijos Martí y Mario, porque necesito un mapa, para encontrar mi propio mapa. Cogemos las temperas, las acuarelas, o los “plastidecors” cutres que nos regalan en el “Kurz and Gut”, y nos ponemos a dibujar un mapa. Y entonces pienso: “Ojalá mi mapa fuese como los de mis hijos…».
En los mapas de mis hijos siempre dibujamos bosques encantados, piratas detestables, fantasmas, zombis, gigantes y por supuesto una “X” bien grande que marca el tesoro. Son el casting principal, la marca de la casa. ¿Y sabéis que? Durante el camino vemos que los zombis no son tan chungos, nos comemos unos “marshmallows” en el bosque encantado así tenemos menos miedo, nuestra espada construida con piezas de Lego nunca nos falla y para que engañaros, los fantasmas son hasta del buen rollo y además, hay uno con peinado de “beatle” que imita superbién al presidente Puigdemont.
Bueno, este a mi me da un poco de mal rollo, la verdad.
Todo fluye, y no hay un solo día que mis hijos y yo, no encontremos la “X”, por lo tanto el tesoro. Muchas veces son monedas, otras son chuches, algunas juguetes, en el fondo es lo de menos, lo genial, lo que mola más, lo más de lo más, es pintar un mapa del tesoro…y sobretodo encontrarlo.
Mis amigos con los que me voy a comer “frankfurts” tienen unos mapas brillantes. Gracias a ellos, conozco algún que otro atajo y ya no le tengo tanto miedo el monstruo de un solo ojo que aterroriza a la aldea. Aunque no os voy a engañar, en demasiadas ocasiones, me sigue atemorizando ese horrible y siniestro aspecto…
Pasarán los años y vuestro padre seguirá dibujando mapas del tesoro, y es muy, muy probable que haya un día que prefiráis pintar el vuestro. Un mapa sin bosques encantados ni piratas desalmados, pero con la misma “X”. Incluso más brillante y todo.
No dudéis ni un segundo que a pesar de que el mapa de papá destiña, vuestro mapa, el de vuestros vidas…será lo más. Y os encontraréis con fantasmas, os lo aseguro. Y quizás demasiados monstruos, pero también hadas y duendes guais del paraguais. Y guardianes, muchos guardianes que os harán el camino un poquito más fácil.
Y por supuesto habrá un día que llegaréis a la “X” y encontraréis el tesoro…de eso hijos, no tengo la menor duda.
Y molará…molará mucho.
Un aplauso, me ha gustado mucho, y espero que encuentres tu mapa y luego llegues, hasta la X.
A veces también está bien tener un mapa que destiñe y cada día intentar crear nuestro propio tesoro, como el que creas para tus hijos
No puedo evitar pensar yo también en la vida como un mapa, y cuando lo hago, ¿sabes qué veo? Que mi recorrido aparece, inevitablemente, trazado en línea roja, a lo viaje en avión de Indiana Jones… Los mapas molan: nos colocan en nuestro sitio. ¡Abrazote!
Genial post Carlos… me ha encantado. Me ha parecido súper tierno. Un aplauso! (Papá Agonías)
el tesoro seguro que lo alcanzan a diario 🙂