Crianza, Martí y Mario

LOS NIÑOS DE CASI 4 AÑOS…

Llegué tarde al restaurante, y allí estaban ya sentados todos. Mi mujer con Mario, mi amiga Silvia… ¿Y Los niños? (Es decir mi hijo Martí y su amiguita Lucía), pues sentados estratégicamente justo al lado de un mecanismo giratorio por donde pasaban a escasos centímetros un sinfín de platos, mezclando rollitos de primavera, con profiteroles, sushi y demás extraños y delirantes combinaciones. Sí, lo reconozco, nos mola el rollo oriental bizarro económico y de dudosa calidad, pero está claro que nos mola aun más el máximo riesgo yendo a este tipo de sitios, con poco espacio, poco adaptado para niños, y con comida aceitosa a más no poder. Y sí… la estampa os la podéis imaginar: Allí estaban dos niños de casi 4 años alucinados y  disfrutando como nunca viendo pasar platos y más platos girando y girando, y cogiéndolos a piñón, y comiéndolos, y queriendo coger más y más, y nosotros desquiciados, y allí estaban también la gente mirándonos como si estuviésemos en la lista de delincuentes más buscados del FBI y como si no  sólo no tuviésemos ni puta idea de educar a nuestros hijos, sino que además lo estuviésemos haciendo como el culo. Algunos nos miraban y luego disimulaban, otros sonreían, otros ni se percataban del espectáculo gratis que estábamos dando y otros nos miraban mal, muy mal, en especial un par de mujeres de avanzada edad y de esas que tienen  claro  el objetivo prioritario  cuando entran en un buffet libre: arruinarlo. Y a mí que me parece genial que quieran arruinar un buffet, pero… ¡qué demonios! si ellas nos miraban mal…pues yo también.  En todo momento, las dos mujeres no sólo  desaprobaban  que dos niños estuvieran disfrutando comiendo en un sitio que para ellos era lo más parecido a Disneyworld y que para las mujeres debería estar prohibida la entrada a menores, sino que además se miraban entre ellas hablando bajito con caras más propias de personajes secundarios muy malos de pelis de terror…y daban miedo, la verdad. Entonces a un servidor le entraron ganas de coger el palo del pollo terayaki y clavárselo en los ojos de las susodichas, por ejemplo, y lo ancho que me hubiese quedado. Y entonces empecé a engullir literalmente, a comer más rápido que cualquier campeón olímpico, y con unas ganas de salir de allí pitando, no acabase la cosa con esas dos mujeres como aquellos admirados combates de antaño del «Royal Rumble» de mi añorado y querido programa “Pressing catch”.

Sin duda el momento de máximo clímax fue cuando un servidor preguntó quien quería helado, y entonces todos (inclusive el sector adulto) cantamos entusiasmados el estribillo «A todo nos gusta el helado» de la canción «Helado» del grupo  “The Pinker Tones”. Momentazo!

Empiezo a estar harto de la gente que no tolera a los niños en ningún lado, los que culpan a los padres de que claro, somos unos hippies piojosos y les dejamos hacer lo que quieren. Empiezo a estar harto de las miraditas, de la poca empatía de la gente, de la gente que cree que se tiene que ser tan duro con los niños, que tienes que llegar a faltarle el respeto a  tu hijo.

Creo que el mundo entero tiene que entender algo tan sencillo como lo siguiente: Tú le puedes decir a tu hijo 2435  veces, que se siente cuando coma, que no chille, que no haga cochinadas con la comida, que no corra de un lado a otro del restaurante y que no coja todos los platos giratorios  del buffet, porque  posiblemente no sólo no se lo acabará y no está el tema para tirar la comida, sino que además a las dos energúmenas de al lado les entrará el pánico por no poder arruinar ellas el buffet libre. Pero los niños de casi 4 años…pues niños de casi 4 años son. Y gestionan sus sentimientos, sus deseos, sus impulsos o sus frustraciones como mejor saben, y te ponen a prueba, y te retan, porque están en una especie de pre-adolescencia, y los padres los repetimos las cosas las veces que hagan falta, pero somos humanos e imperfectos y  a veces nos volvemos locos y sinceramente, intentamos hacerlo lo mejor posible y eso empieza por respetar  a los niños…punto.

El día entero con dos niños de casi 4 años puede llegar a ser agotador. Se pelean por todo, pero también se quieren por todo. Comparten, negocian, se hacen la puñeta, se hacen cariñitos, se alían, se muerden, se defienden, se chivan, lloran, se ríen, se pelean por dos paquetes de kleenex de corazones exactamente iguales sólo que en uno de ellos faltan dos pañuelos, o por los globos de colores, o por la cantidad de chuches que tiene uno y la que tiene el otro. Así que después de un buffet giratorio, una sesión de fotos de los niños en un estudio, un trayecto en metro tortuoso e inacabable y con ganas de comprarte una cuerda en un bazar, hacer una soga y colgarte ahí mismo, rematas la tarde en la terraza de un bar, y mientras los niños se pelean por la mitad del bikini que quieren, los adultos nos comemos un gofre con un huevo de chocolate para acabar de coger fuerzas, que toca bañera, cena, algo de «Poisson Rouge», cuento de «Los 3 cerditos “ y a dormir.

Pero al acabar el día ves  a tu hijo muy feliz. Feliz porque ha quedado con su amiga Lucía, que no es pollito, y por eso mola tanto. Feliz porque ha estado en un sitio en donde la comida daba vueltas y gracias a Dios nunca sabrá que lo miraban mal. Feliz porque ha estado merendando un bikini buenísimo y además se ha encontrado con el Dani, y durante un ratito eran 3…repito, 3 niños de casi 4 años jugando en el parque y liándola a más no poder. Feliz porque con su amiguita Lucía ya han hablado  que quedarán otro día para   cenar juntos, y para dormir, y para hacer galletas, y para liarla, que eso es lo que realmente mola. Feliz porque el papa ha pagado lo del «Poisson Rouge» y podrá volver a jugar, feliz porqué a tomado de postre fresas con nata con la mama, y feliz porque mañana en el cole les dirá a todos los niños de la clase que quedó con su amiga Lucía y que comió en un sitio que los platos daban vueltas sin parar.

Silvia, la mamá de Lucía hoy me ha explicado que tiene una libreta de «El principito» con esta frase:

«Todas las personas mayores fueron al principio niños. (Aunque pocas de ellas lo recuerdan)».

Ahí lo dejo. 😉

Lucia-martí

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26 comentarios en “LOS NIÑOS DE CASI 4 AÑOS…”

  1. Pues es así, la ciudad no es lugar para niños. Nosotros cuando vamos con ellos sufrimos lo mismo… Pero sobre todo porque al ser una ocasión especial, mis niñas sólo comen postres! Y con que cara nos miran!! Y cuando las dejamos comerse el helado debajo de la mesa? ¿Si mola mucho más?…

  2. Si ya con una de dos años me pasan cosas así, no sé si me imagino lo que me espera… Ígual que hay hoteles «Adults only», que hagan lo mismo con los restaurantes y así no tendremos que aguantar ciertas cosas, tanto de otr@s comensales como a veces del mismo personal del restaurante…La última frase, gran verdad, pero añadiría que a much@s no les dejaron ser niñ@s en su día y algun@s siguen reprimid@s 😦

  3. A mí nunca me han molestado los niños (ahora que tengo a la bichilla aún menos): ni en los restaurantes, ni en los aviones, ni en las playas y piscinas cuando me rebozaban enterita de arena al pasar corriendo sin ningún miramiento… Pero existe un montón (pero mucha, mucha) de gente que no los soporta, que no deben recordar nada de su infancia o que ya nacieron directamente siendo viejos, porque hay veces en que los niños actúan de esa forma, y nadie, ni siquiera sus padres, los pueden controlar. ¡Ya se les pasará cuando crezcan y se vuelvan sosos como ellos!

  4. En fin… Yo creo que con lo poco tolerante que soy con la gente mayor, que mira por encima del hombro y cuchichea, seré una de esas madres, que mirará fijamente a la susodicha y le dirá… ¿Tiene algún problema? Porque si es así, ahí está la puerta.
    En fin, que cada uno es como es, que los niños son revoltosos, divertidos y les encanta su vida. Por que tienen que venir esas «personas» y amargarles la vida???
    Nunca me han molestado los niños. Al contrario, me molestan más algunos adultos que los niños. Porque son eso, niños. Es imposible que te molesten. Pero si es así, oye! pues te vas a un sitio que sepas que no habrá niños. Mira que problema.
    Recuerdo que hace unos años, una amiga y yo hicimos un crucero. Me lo pasé en grande, terminé muerta, pero hice de todo. Alguno de los días en los que atracaba el barco, estábamos tan cansadas que nos queríamos quedar allí. Cuando íbamos a la piscina estaban divididas. Una grandiosa para las familias, y una, al otro lado del barco, más pequeña solo para adultos. Fuimos muchas veces a esa, pero te digo una cosa, cuando íbamos a la de los niños me lo pasaba genial viéndolos correr, hacer bombas, …. En fin, los pequeñajos son la sal de la vida y el que no lo entienda es porque en su infancia no fue feliz.
    BESOTES

  5. Jajaja! Me ha encantado.
    A mi me encanta disfrutar de mis niños, uno de un poquito mas de cuatro, liarla y mirar mal a los que nos miran mal.
    Cuanto queda por aprender de los niños! y cuanto nos perdemos por tanto «marcaje»
    Y si señor, respeto, de eso se trata, ¿voy a dejar de respetar a mi hijo por lo que piense una tipa que no conozco? si hombre!

  6. Yo trabajé en un restaurante pequeñito y el jefe no me dejaba coger mesas con niños ni abueluetes, los primeros por el escándalo que arman y los segundos porque comen poco y reposan mucho. Dejé el trabajo en cuanto pude, claro.. pero que mal trago tener el restaurante vacío y decirle a unos padres que no podían entrar a comerse un picho de tortilla. Hay gente para todo. Me he reído mucho con tu post, piensa que algunos disfrutamos viendo a los niños disfrutar y a los que miren mal que les den, a los que les falta educación es a ellos y risa me da que ni lo sepan!

    1. Pues si, demasiada gente lo olvida…Y lo que es peor, se piensan que los malcriamos y se lo consentimos todo….Y si, les decimos a veces también que «no», pero siempre con respeto.
      Muchas gracias 🙂

  7. La felicidad de uno no tiene que arruinar la de otros .El respeto se aprende respetando .Tengo recuerdos muy felices de mi infancia… pero de alguna manera ,nuestros padres nos enseñaron a comportarnos.En algunas ocasiones con maneras más contundentes que otras.
    Hemos de tener en cuenta que la vida no todo es felicidad y a veces no se puede hacer todo lo que se quiere .Esto se aprende cuando ves que lo que no puede ser ,no puede ser y además es imposible.
    Hoy en día parece que sea una falta de respeto decir «no» a los niños, pero es necesario porque no siempre vamos a poder decir que si . Cuanto más tarde llegue el «no» más grande será la frustración.
    Tengo 2 infelices niños porque desde mucho antes de los casi 4 años aprendieron que a veces es «no» ….Su gran trauma e infelicidad hace que los pueda llevar a donde sea sin montar un espectáculo.
    Eso sí el vivir traumatizados todo el año cada vez que salimos a sitios en donde se han de comportar con un mínimo de decoro les hace disfrutar como nunca cuando salimos a sitios más específicos como Tibidabo, Isla fantasía. …
    Se nota que soy seguidor de Steveell

    1. Ana, en el post hablo de otras cosas, la verdad. En ningún momento digo que mis hijos nunca tengan un «no», simplemente que hay que gestionar sus emociones, sus ideas, sus deseos con respeto.
      La palabra «comportarse», me suena a blanco y negro, lo único que creo es que los niños deben tener respeto allí donde vayan, pero sin olvidar que son niños, y que nosotros estamos ahí para guiarlos.
      Lo bonito de un niño es que la visita a un buffet libre giratorio, sea igual de divertido que ir al Tibidabo…eso es ser un niño.

  8. No me ha podido gustar más!!! Yo también tengo una niña de casi cuatro años y suscribo cada palabra que acabo de leer. Tienes todala razón, nosotros también estamos hartos pero ya nos vamos acostumbrando a que ‘liarla’ es lo normal para un niño de casi 4 años. Gracias por las risas!!

  9. Yo creo que de un modo inconsciente sí recordamos que fuimos niños… y que no nos dejaron jugar con la comida, y que no nos dejaron tirarnos al suelo porque «se ensuciaba la ropa», y que NO, NO, NO, NO… por eso soportamos tan mal que a un niño se le diga sí, se le acompañe en su disfrute de la vida, se le deje ser un niño… Disonancia cognitiva lo llaman los psicólogos… Yo lo llamo «puritica envidia»!!! Un abrazote!!

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