MI FOTO DEL WHATSAPP

Tengo un amigo llamado Francesc que se pasa el día en el cine. Es un tío rarísimo, siempre viste de negro, en su lenguaje la ironía y la sinceridad son su principal vía, y lo dicho: Si quieres quedar con él para hacer un café o charlar un poco de la vida, siempre te cita en la filmoteca, en los cines Icaria  o en  cualquier otro cine de la ciudad condal. Creo que pocas retinas habrán almacenado tanto celuloide cómo él…sin embargo tiene un don, siempre que tengo alguna duda, miedo, o inquietud, le envío un WhatsApp contándole mis neuras…y Francesc siempre da en el clavo. El muchacho es algo así cómo Gandalf, Pepito Grillo, el amo del calabozo o Yoda, o sea, un tipo más raro que un perro verde, pero sabio cómo el que más…

Llevo meses en el Océano…así es como me siento.Cuando dejan libre al pez de colores, éste se siente el pez más afortunado del mundo, alejado de esa maldita pecera, pero para que engañaros….también es el pez más confuso. Buff, es que el océano es muy grande…

Así que hace unas semanas, le envié un whatsApp al Francesc  y os seré sincero, se lo expliqué todo. Le expliqué que desde que nació mi segundo hijo Mario, el día a día es precioso, pero a la vez muy duro. Los dolores de cabeza por el futuro de tus hijos, las normales rabietas de tu hijo mayor de 3 años ante tantos cambios, lo poco que entiende la gente esas rabietas, que pasan automáticamente  a las miradas asesinas, como si tu hijo fuese un terrorista. También la dichosa adaptación, las no menos dichosas facturas, y la poca ayuda (todo sea dicho de paso) que recibimos…Por otro lado, está el ámbito profesional, es decir, sí, puedo tener tiempo para el blog, para el guión de terror, para el futuro libro de paternidad, y todo va por buen camino y todo eso me hace muy pero que muy feliz…sin embargo, siempre tienes esa pequeña duda de si el camino que has escogido está siendo el correcto, y por otro lado el poco tiempo que tienes para dedicarte a ello, convierte el precioso acto de escribir en un continuo ejercicio de malabarismos…

Por último se le suma el mítico bombardeo de currículums por diferentes sitios de la ciudad condal, porqué claro el proceso de escribir es complejo, pero el que te paguen por ello es casi una utopía.  Con lo cual te pasas mañanas pateandote esos sitios donde crees encajar, sin obtener hasta día de hoy ni una maldita (por no decir una palabra más malsonante) entrevista de trabajo. Y entonces piensas que para escribir necesitas mayor sacrificio y para  los currículums cambiar la dichosa foto en la que parece que vayas en chándal (Es una chaqueta moderna y jovial, pero está claro que siempre fui un desastre con el tema moda).

Así que le cuento todo ésto a Francesc de manera clara, concisa y reducida, y entonces el «bicho raro» por excelencia me responde:  «No te puedes quejar, sólo tienes que mirar tu foto del WhatsApp».

Sé de que foto me habla, es la foto de que tengo en mi perfil del WhatsApp, todo y eso, le insisto en cómo a veces, es de complicado la situación en nuestro hogar. Entonces Francesc me vuelve a responder: «Insisto: Mírate tu foto del WhatsApp y date cuenta de lo afortunado que eres. Lo demás son tonterías…».

Miré la foto y sí, una vez más el bueno de Francesc tenía y tiene razón: Soy muy, pero que muy afortunado. Y sí, el camino es complicado y a veces lo ves todo negro y te ofuscas ( a veces con razón, a veces sin), pero por suerte siempre hay alguien que por raro que creas que es…da en el clavo, y de paso te das cuenta si no lo sabías ya del inmenso corazón que tiene.

Tenemos momentos muy buenos, y momentos…pues no tan buenos. Así que disculpadme si algún día os vengo excesivamente neuras, paranoico, con ganas de ahorcarme o enterrarme vivo.  Ese día recordarme a Francesc o mejor dicho: Recordarme mi foto del WhatsApp…porqué sabéis una cosa? Siempre que estoy algo «down» miro la foto, y os aseguro que me animo al instante. Es lo que tiene ser un hombre sabio, verdad Francesc?