Desde hace años, me encanta la figura de Peter Pan. Sus historias, sus aventuras, su lucha continua con Garfio, y sobre todo, el no querer crecer, ahí es donde me paro, en el «no crecer». Durante años al igual que Peter Pan, no quise crecer, echaba de menos mi niñez, infancia, así que me enamoré de la historia de J.M Barrie… pero con el tiempo, pasó algo mejor: Crecí, manteniendo el niño en mi interior. Ese niño lo llevo en mi vida adulta siempre presente, me ayuda a divertirme, a reírme en momentos de caos, a tomar decisiones, a hacer feliz a mis hijos y a mi mujer, y me hace más feliz a mi. Por eso creo que es importante no olvidar a ese niño que llevamos todos dentro, no esconderlo, no obviarlo, no marginarlo…no acabar con él. Porque mucha gente no solo se ha separado de ese niño consciente o inconscientemente, sino que ha olvidado por completo posiblemente lo más importante de todo: Que ellos también fueron niños una vez.
Ese «niño olvidado» lo veo cada día. Lo veo en esas caras, esos gestos, esas miradas. Lo veo en el parque, en la escalera, en el supermercado, incluso en la guardería. Lo veo en hospitales, restaurantes, bibliotecas…lo veo por desgracia en todos los sitios. Lo veo en personas que no quieren ser padres, en personas que quieren ser padres, en padres que tienen hijos, en profesores que tienen alumnos, en gente mayor, en gente joven, lo veo en mucha gente…demasiada. Si, toda esa gente no solo han olvidado que ellos fueron unos críos igual de complicados que los que ven día día por la calle, sino que además, no tienen la más mínima empatía hacia nuestro hijos, y eso me entristece mucho. Los niños son personitas como todos nosotros, con sus sentimientos, frustraciones, sueños, deseos…y no hay que infravalorarlos. Muchas veces, cuando Martí se queja por todo, cuando te marea, cuando primero te dice que quiere una tostada para desayunar y luego lloriquea al verla pidiendo cereales, cuando monta un drama a la altura de esas pelis de sabado por la tarde, si, de esas pelis que van de hijas separadas al nacer, relaciones tormentosas, adolescentes incomprendidos, amantes que están como una chota (de entre otras gloriosas tramas), y yo al ver su berrinche estoy a punto de volverme loco y ponerme un embudo como sombrero…miro a Vanessa y le digo: «Yo de pequeño fijo que era así».
Por eso cuando veo personas que juegan con los niños, que se ensucian con ellos en el parque, que les acompañan en su aventura, que se ponen en su piel, que intentan entenderlos, que EMPATIZAN con ellos, soy muy feliz. Porqué no nos engañemos, nuestros hijos no necesitan millones de juguetes, millones de caramelos, ni millones de nada, necesitan que juguemos un poco más con ellos, nada más. Si, y yo el primero, todo hay que decirlo, y es que ya le pondré un montón de voces a todos los muñequitos de la casa, o le contaré un montón de cuentos cada noche, o montaremos los trenes del «Thomas» una y otra vez, o haremos las caras de los Super-heroes con las plastelinas de colores, que Martí no solo siempre querrá más, sino que necesitará más. Y es aquí donde tanto yo como mucha gente debemos escucharles, al igual que cuando lloren, cuando se quejen o cuando rían o estén callados. Ni «lagrimas de cocodrilo» ni idioteces. Todo es una manera de expresarse del niño, estados de ánimo, necesidades, celos, hambre, dolor, tristeza, alegría, miedo, excitación felicidad…nosotros cuando nos pasa algo o queremos algo lo decimos, o por el contrario no lo decimos y nos encerramos en una habitación… ellos lo hacen como mejor pueden, nada más.
Así que si hay dos personas en un restaurante o en la calle, hablando por decir algo sobre la última conquista de uno de ellos, o sobre el Barça o sobre la muerte del tío Zacharías, y mi hijo Martí empieza a lloriquear y arrastrarse por el suelo y empiezan a mirarle mal a él por lo que está haciendo y a nosotros por ser tan mal padres, que sepan que quizás el niño no ha dormido siesta y esta reventado, por ejemplo. O quizás esté llamando la atención porqué acaba de tener un hermano y tiene celos, o miedos o a lo mejor le duele la barriga, quien sabe…Pero la gente prefiere decir que son unos «pequeños tiranos» y ya está…que fácil, verdad?
Juguemos pues con ellos, riámonos con ellos, ellos son los que están solos ante este mundo, que mejor que intentemos ayudarles y disfrutar a su lado. Y ellos son los que son lo más lógicos de todos, los más inteligentes y los que siempre tiene una contestación brillante…por ejemplo ayer noche:
Vanessa( mi mujer): «Martí, nunca más hagas esto, de acuerdo??»
Martí: «mamá, «nunca más» es de Peter Pan!»
Evidentemente el niño, se refería a «Nunca Jamás», el país donde vive Peter Pan, el país donde vivo yo todo sea dicho. Y Martí de un momento delicado, hizo un momento muy divertido….él sólito.
Así que me parece bien que crezcamos, que maduremos (odio esa palabra), que cojamos responsabilidades, que formemos familias o que no lo hagamos, que miremos para adelante, que intentemos cumplir nuestros sueños y que día a día, intentemos ser más felices, pero nunca, nunca, olvidemos al niño que fuimos una vez, de esa manera, seguro que haremos feliz al niño que tengamos delante. Y recordar que «Nunca más» perdón, «Nunca Jamás» está más cerca de lo que muchos se piensan…