Hace muchos años mi abuelo me contó una historia que hoy en día aun me asombra. Era una leyenda que el abuelo de mi abuelo le contaba a él y a éste su abuelo y así sucesivamente…
Contaba pues la leyenda que hace mucho tiempo había un mecanógrafo que en su trabajo, tan solo escribía a dos dedos. A pesar de eso, se pasaba el día introduciendo datos absurdos en un viejo ordenador, pero lo que pocos sabían era que el mecanógrafo tenía el don de que cada vez que se ponía delante de su libreta de la suerte y se ponía a escribir, entraba en mundos que nunca nadie mas hubiese imaginado. Había descubierto tesoros perdidos en el océano, había volado junto a Peter Pan, luchado contra monstruos babosos de 3 ojos, había montado en mamuts, besado millones de princesas y salvado un montón de vidas anónimas…había sido un super-heroe, un pez gigante volador, una hormiga, un rey, un cazador tuerto, un dragón sin fuego, un fantasma de un castillo encantado, un cazador de fantasmas, un vikingo, una marmota que corría millones de aventuras y que tenía el don de viajar en el tiempo. También había sido un luchador de sumo con problemas de adición a los toblerones gigantes, un elfo con miedo a los humanos, una bruja que practicaba la magia lila, una magia que según ella y cito palabras textuales: «La más poderosa de todas!». Había sido ganador, vencido, luchador, héroe, villano, animal y humano y lo que es mejor: cada vez que el mecanógrafo utilizaba su don y entraba en esos cuentos mientras los escribía…era feliz.
Sin embargo, poca gente le entendía…bueno si, su mujer, sus dos hijos y por supuesto todos esos personajes de los cuentos que había acompañado o había sido alguna vez, que soñaban, deseaban, y rezaban hasta la saciedad que el mecanógrafo utilizara esos mágicos 2 dedos para poder viajar a esos mundo que solo él conocía. Pero a los ojos de los demás, o sea de los humanos, la obligación del mecanógrafo era explotar esos 2 dedos para solo una única cosa: trabajar, así que se pasaba las horas haciendo eso, trabajando hasta la saciedad en aquel triste trabajo, rodeado de gente gris y perversa, que escribían a 10 dedos en sus viejos ordenadores introduciendo datos, pero que jamas hubieran entendido ese don del mecanógrafo y mucho menos esos mundos apasionantes…
Así que cuenta la leyenda que un día el mecanógrafo se cansó de que casi nadie le entendiera, y escribió con más pasión, amor y sentimiento que nunca, un cuento. Era un cuento sobre un niño al que ni sus papás ni nadie nunca le contaban cuentos, y entonces una rana Azul llamada Zorch, la reina de todas las ranas azules que vivían en el terrorífico mundo de Saljeer, lo raptaba con un único propósito: convertirlo en la rana más cruel, mala y perversa que jamás hubiera existido. Esas ranas que vivían en ese oscuro mundo, se dedicaban a hacer eso: Raptar niños infelices, tristes y sin ilusiones y convertirlos en ranas azules, adoctrinarlos, para que luego ellos raptasen a otros niños, y así sucesivamente.
Para poder acabar con esas ranas y que sobretodo, que todos los niños tuvieran un cuento que escuchar, el mecanógrafo escribió un personaje que basara su vida en eso, en explicar cuentos a los niños para que nunca fuesen raptados por esas horribles ranas y acabaran bajo las ordenes de Zorch. El mecanógrafo al acabar de escribir el cuento, lo tituló «Ranas Azules», se introdujo en él y nunca más se supo.
En el trabajo nadie lo echó de menos, y pronto cogieron a alguien menos distraído y que supiera escribir a 10 dedos. Su mujer y sus dos hijos muy apenados, buscaron por todos los lados, sin éxito alguno… , sin embargo uno de ellos, el pequeño Marc, después de varios días descubrió entre los cuentos que su padre solía explicarle cada noche, uno nuevo, uno que jamás había visto ni oído hablar, se titulaba » Ranas Azules» . Al leerlo, no salía de su asombro, y es que allí, ilustrado en cada pagina….estaba su padre, leyendo cuentos a los niños para que estuvieran contentos, felices y nunca fuesen a Saljeer, y fuesen convertidos en terribles las ranas. El mecanógrafo había encontrado su lugar en el mundo, y era precisamente en otro mundo…el de un cuento.
Su hijo al leer el cuento se lo enseñó a su hermano y su madre, que con extrema emoción pasaban las paginas, conscientes de que por fin lo habían encontrado. Así que la mujer del mecanógrafo, apenada por un lado, pero feliz porqué finalmente su marido había encontrado su sitio, decidió contarles ese cuento cada noche a sus hijos para el resto de sus días.
Mi abuelo me contaba que había buscado ese cuento, el «Ranas Azules» por mercadillos, librerías y demás sitios habidos y por haber sin éxito alguno. Quería regalármelo…sin embargo, me regaló algo mucho mejor: la leyenda más apasionante y bonita que jamás me ha contado nadie, y eso se lo agradeceré toda mi vida.
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Muchisimas gracias Ingrid! besitos